Una tarde de invierno me puse a buscar un negativo que me
había pedido un amigo.
Lo encontré sin problemas en una carpeta negra ,llena de
otros negativos .
Me tenté a recorrer un poco esas imágenes plasmadas sobre un
acetato ,sosteniendo por los bordes con cuidado, como cuando se acarician las
alas de una mariposa.
Las imágenes iban y venían en mi memoria ,personajes
,lugares ,olores ,música …
Yo tenía la sensación de estar viendo a los ojos a esas personas que antes ví detrás de mi
cámara.
Recién ahora los empezaba a entender.
Y me sentía horrible,por haberlos dado por sentado ,por
haberles pedido una sonrisa o una mirada o cambiarles el perfil a esas almas
que tenían tanto para decir.
Les hubiera hecho más justicia poniéndoles una cinta
adhesiva en la boca o atándoles las manos. Ningún fondo iluminado podía ser mas
revelador que ellos mismos sobre sus pies.
Me senté con las carpetas al lado de la puerta que dá al
patio y el silencio me dejaba disfrutar de la música de un llamador de ángeles
y los relojes de pared, latiendo .
En otra tira de negativos estaba yo .
Era como si me viera al espejo sin la preparación usual que
hago antes , es decir, en crudo,con las muecas de enojo o con un poco de papada
.
Alguien me había atrapado in fraganti ,completamente
indefensa . Sin mi ego.
Empezó a llover ,el jazmín todavía sin flores brillaba bajo
el agua ,como los adoquines que lo cercaban.
Me sentí optimista,si había podido ver a esas personas y a
mí misma con ojos nuevos
desprovistos del maquillaje de las poses ,podía encontrar
mucho más la proxima vez
que llenara otro fotograma.